Comenzó la decimoquinta temporada de caza de ballenas por parte de Japón, que oficialmente se declara como de investigación científica. Según datos primarios, en los primeros dos meses la flota nipona habría capturado unos 50 ejemplares. De acuerdo a datos manejados por la asociación ecologista Sea Shepherd, esta cifra sería la más baja de la historia, y sería el resultado de las acciones de sabotaje que llevan a cabo. Lo cierto es que ese número estaría muy por debajo de la cuota que Japón se fijó a sí mismo, que es de 935 piezas, y también de las 266 que se capturaron el año pasado. Un ministro del gobierno japonés afirmó que difícilmente se detenga esta práctica, dado que es una tradición cultural del país, y que se trata de un derecho que tiene su nación de "tomar un poco de proteínas del océano para su seguridad alimentaria". Esto evidentemente generó múltiples reacciones a nivel mundial, ya que el jerarca, de esa manera, prácticamente admitió que la caza poco tiene que ver con objetivos científicos.  Durante los últimos días se han producido enfrentamientos entre los buques balleneros japoneses y los barcos de los ecologistas, que intentan impedir el abastecimiento de combustible a algunas de sus naves. El Tratado Antártico, por su parte,  especifica la prohibición de reabastecimiento de combustible bajo  los 60º de latitud por riesgos de desastre ecológico.